La escritora oriolana Luisa
Pastor ha sido galardonada con el 2º Premio, dotado con 450 euros, en el XXVIII
Certamen de Poesía “Gabriel y Galán”, que organiza anualmente el
Patronato Casa-Museo del poeta José Mª Gabriel y Galán, ubicado en la localidad
cacereña Guijo de Granadilla. La directora de Auralaria obtiene este
reconocimiento por su poema “La
habitación de Emily”. Entre los miembros del jurado del
Certamen figuran Fernando Flores del Manzano, Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia de Extremadura; el poeta salmantino José Manuel Regalado, el articulista y escritor extremeño Álvaro Valverde y Juan José Barrios, secretario del Patronato.
Portada de la antología
"Voces nuevas"
Luisa Pastor también fue premiada en marzo de este año por la editorial madrileña Torremozas en el XXVI Certamen de poesía Voces nuevas, junto con nueve autoras más de distintos puntos de nuestra geografía. Cuatro poemas de su autoría son parte integrante de una antología que ya se encuentra a la venta en la web de la editorial.
En este montaje Luisa Pastor
interpreta una selección de versos de "Un poeta-payaso angelical y
estrafalario", Libro III que integra el último poemario de León Felipe,
Oh, este roto y viejo violín.
Su palabra, junto con la
exquisita pieza musical de Ludovico Einaudi, "Lontano", a la que
también Auralaria ha querido rendirle homenaje, plantea una cuestión
inquietante: ¿Desde dónde escriben los poetas, los estrafalarios expatriados?
Pocos como él tuvieron una
idea tan aproximada de lo que es el éxodo, nadie mejor que él para trazar el
retrato del hombre fugitivo, sin hogar, sin tierra, a solas con un viejo
instrumento, tan viejo o más que él, tanto o más roto que él... No es una bella
melodía exactamente, es un canto que se siente rotundo de humanidad. Hay que oírlo,
hay que oír las cosas que dice...
¿Quién soy yo? por León Felipe
He aquí una buena pregunta para
hacérsela el hombre por la tarde, cuando ya está cansado y se sienta a esperar
en el umbral de la noche. Si se abriese ahora, de
improviso, la puerta y alguien se adelantase a preguntarme quién soy yo, no
sabría decir cómo me llamo.
En la mañana nos bautizan,
al mediodía el sol ha borrado nuestro nombre y en la tarde quisiéramos
bautizamos nosotros.
Salimos de aventura en la
madrugada por el mundo, con un nombre que nos prenden en la solapa, como una
concha en la esclavina y creemos que por este nombre van a llamarnos los
Pájaros. ¡No nos llama nadie! Y cuando ya estamos rendidos de caminar y el día
va a quebrarse, gritamos enloquecidos y angustiados, para no perdernos en la
sombra: ¿Quién soy yo?
¡Y nadie nos responde!
Entonces miramos hacia
atrás para ver lo que dicen nuestros pasos.
Creemos que algo deben de haber dejado escrito en la arena nuestros pies vagabundos.
Y comenzamos a descifrar y a organizar las huellas que aún no ha borrado el
viento.
Es la hora en que el
caminante quiere escribir sus memorias. Cuando dice:
"Les contaré mi vida a
los hombres para que ellos me digan quien soy".
Si es un poeta, querrá contársela
también a los pájaros y a los árboles. Y un día buscará un cordoncito o un
mecate para ceñir y ligar bien su «antología». Entonces dirá:
"Reuniré en un manojo apretado mis
mejores poemas porque tal vez así, todos juntos, sepan decir mejor lo que
quieren, a dónde se dirigen... y acaso al final apunten vagamente mi nombre
verdadero".
Si el poeta es un poco arquitecto y algo más orgulloso, tal vez se atreva a
contarle su vida a las piedras también. Y dirá:
"Construiré mi morada - mi templo y mí
sepulcro - con las piedras más firmes que he tallado".
Yo no sé si soy un poco
arquitecto, pero soy tan orgulloso como el hombre que quiere hacer eterna su
casa y su palabra; como el hombre que, enloquecido y angustiado, se afana en
bautizarse a sí mismo con un nombre por el que puedan llamarle