viernes, 13 de julio de 2012

Celan, el poeta de los mil naufragios


VIVIR SOBRE LA VIDA MUERTA
por José Luis Zerón Huguet

Paul Celan
Paul Celan (seudónimo de Paul Antschel), uno de los poetas más celebrados y herméticos de la lengua alemana, nació en 1920 en Chernovich (Bucovina austrohúngara) de una familia germanoparlante de tradición jasídica. Su voz está marcada por el dolor y por una insaciable necesidad de conocimiento. Fue deportado con sus padres a un campo de concentración nazi. Él sobrevivió, pero ellos murieron. Esta pérdida, muy sentida, le dictó los poemas de más aliento. En 1947 abandonó Rumanía para pasar una temporada en Viena, donde publicó su primer libro de versos  Der Sandus den Urnen (La arena de las urnas). En 1948 se trasladó a París y allí obtuvo la nacionalidad francesa y casó con la artista gráfica  Gisèle Celan-Letrange, con la que tuvo dos hijos (el primero fallecido a los pocos años). Realizó estudios de  filología germánica y lingüística en la Sorbona y fue profesor de literatura alemana en la École Normale Supérieure a partir de 1959.

Aunque alcanzó relevancia internacional (en 1960 obtuvo el premio Büchner de los libreros alemanes) se sintió solo y a veces perseguido. Era un hombre difícil poco dotado para las relaciones sociales, pero trabó una gran amistad epistolar con la Nóbel Nelly Sachs, que también sufrió la desaparición de casi toda su familia en los campos de exterminio y cuya poesía tiene muchas afinidades con los primeros libros de Celan.  Con la poetisa austriaca Ingeborg Bachmann, que le abrió muchas puertas en el mundillo literario, mantuvo una relación pasional llena de claroscuros. Celan sufrió depresiones, rupturas, incursiones en el alcohol, incluso crisis de delirios, al punto de intentar matar a su esposa en una ocasión. La muerte de sus padres y su sentimiento de culpa como superviviente, sumado a una grave acusación de plagio por parte de la viuda del poeta Ivan Goll, hizo añicos su frágil sensibilidad. En la noche del 19 al 20 de abril de 1970 se arrojó al Sena desde el Puente Mirabeau (París), cantado por Apollinaire en uno de sus poemas más bellos; allí donde el río es ancho y la corriente más fuerte. Un pescador encontró su cadáver días más tarde.
            Como escritor Celan tradujo y escribió poesía. A lo largo de su vida no publicó prácticamente prosa. En total su obra poética, compuesta entre 1938 y 1970, abarca unos 800 poemas y está dividida en dos etapas claramente diferenciadas. En los primeros libros la estética celaniana, aunque compleja, es transitiva, flexible y musical. En sus versos están presentes los románticos alemanes Hölderlin y Novalis, los tres grandes poetas espiritualistas Von Hofmannsthal, Rainer María Rilke y Stefan George,  Trakl y los poetas principales del Naturlyrik (Johannes Bobrowski, Ingeborg Bachmann y Günter Eich), y también se percibe la influencia del surrealismo y la riqueza de imágenes bíblicas. A partir del quinto libro, Die Niemandsrose  (La rosa de Nadie), 1963, hay un punto de inflexión: Celan abandona el virtuosismo y la fluidez rítmica y empieza una poesía de destrucción que desafía la inteligibilidad. En este periodo adscrito a la desidealización del lenguaje, calificado como hermético, experimental o metapoético, Celan expresa un mundo interior mítico y metafísico torciéndole el cuello a la gramática y a la sintaxis, inventando retruécanos y neologismos, refundando un cúmulo de palabras devaluadas por el uso. Adelgaza el poema hasta convertirlo en críptico aforismo. El lenguaje aspira a perder su carácter mediatizador para convertirse en un fin en sí. No depende de lo designado y es fiel a las compulsiones de la palabra.
            Desde luego, el hermetismo de Celan no es nuevo; está presente en Mallarmé y Joyce, en  Ezra Pound, César Vallejo y e.e. Cummings y en los poetas concretos alemanes y brasileños, pero su originalidad estriba en un carácter personalizador y elegíaco, y una capacidad para confrontar tradiciones y culturas muy diversas, desde la mística judía, hasta la filosofía de Benjamin, Heidegger y Adorno, pasando por el lenguaje científico. Celan crea una poética paradojal (escribió en la lengua de los verdugos y admiró al filósofo filonazi Heidegger por su acercamiento al misterio de la poesía, con quien se encontró en un par de ocasiones decepcionantes para el poeta) que trata de responder a las dos grandes preguntas sobre la poesía: “¿Para qué poetas en tiempos de carencia?” (Hölderlin) y “¿Se puede escribir poesía después de Auschwitz?” (Adorno). “El hombre de los mil naufragios”, como lo llamó Michaux, no supo responder a la primera pregunta, aunque demostró que en tiempos oscuros los poetas son necesarios para crear lugares habitables en las grietas del ocaso. La segunda cuestión la resolvió afirmativamente con sus poemas. Insólitos. Celan creía que un mundo nuevo es imposible sin un nuevo lenguaje.
            Celan nunca encontró cobijo y vivió a la intemperie entre dos reinos: el de la luz y el fuego y el de la noche y la ceniza. Su poesía, alusiva y elusiva, resulta misteriosamente precisa y a la vez inasible en su lenguaje sintético. Sus versos agónicos, fragmentados, revelan la extrañeza del propio abismo y el del lector con una polivalencia significante. Requieren lectores atentos que no teman a la inclemencia de una metafísica que no se entiende y asuman el riesgo de avanzar entre rescoldos.
            La poesía de Celan ha sido vertida a las lenguas más habladas y desde su muerte se han sucedido estudios sobre su obra en todo el mundo. Aquí, en España, ha sido traducida, entre otros, por Jaime Siles, Jesús Munárriz, Felipe Boso, José Ángel Valente y J. L. Reina Palazón.
            Fuga de muerte es, sin lugar a dudas, el poema más conocido de Celan y el que figura en casi todas las antologías del autor. Pertenece a MohnundGedächtnis (Amapola y memoria), su segundo libro, publicado en 1952. Es uno de los grandes poemas del siglo XX. Según el crítico Siegbert Prawer, es comparable en importancia al Guernica de Picasso. El título alude a la estructura del poema, concebido como una fuga musical y a la vez hace referencia a los músicos judíos obligados a tocar mientras sus compañeros cavaban fosas o en orgías de los SS alemanes con jóvenes judías. Destaca en la obra celaniana por su longitud y accesibilidad. Es un ejemplo de cómo un poema de denuncia se aleja eficazmente de la verborrea hiperbólica y la topiquería sentimental hasta alcanzar una memorable maestría metafórica.


Videomontaje: "Fuga de la muerte"
por Luisa Pastor


Una noche, tras la presentación en el Ateneo de Orihuela del libro “Rostros de tiza”, de nuestro amigo el escritor Manuel García, nos hallábamos un grupo de inquietos tertuliando a deshora en la terraza del barecillo situado frente al Teatro Circo. Cerveza en mano, noche apacible y amena, espléndida conversación… De ahí surge este montaje que hoy presentamos. El culpable: el poeta José Luis Zerón, que me reta personalmente arrojándome el guante de enfrentarme a la poética de Celan, en concreto a un poema que él consideró que nunca había oído declamar como le gustaría.  

Cuando leí el poema, la misma mañana siguiente, supe que ese poema era para mí. Creo que José Luis lo sabía también. Con todo, pasado el primer entusiasmo, es un poema que me ha brindado no pocas inseguridades, pero también grandes satisfacciones, he luchado contra su patetismo y a la vez me he dejado arrastrar por su desolada esperanza en el hombre, convertido en un ser macabro y sensible a la vez, un monstruo bicéfalo cuya mirada es insoportablemente gélida, siendo humana, como en principio debiera ser. Un niño que como tal juega a ser despiadadamente cruel. No debemos olvidarlo… Por eso Celan es imprescindible: por lo que dice y por cómo lo dice, con un chorro de conciencia que se declara incapaz de razonar esta compleja naturaleza o maquinaria nuestra,

                        como no sea a través del delirio...