sábado, 17 de marzo de 2012

Versos de la rebeldía: Anna Ajmátova.




En un paseo real u onírico por la ciudad de San Petersburgo, perdido en sus neblinas y visitado por fantasmas como el de Pushkin o Esénin, el escritor y dandy Mauricio Wiesentahl, rememora junto a las aguas del Neva a esta “elegantísima poetisa”. En su Libro de Réquiems, fundamental para todo lector sensible a la estética y al fetiche de la anécdota, Wiesenthal recoge la joya del Réquiem de Anna, un escrito que responde al compromiso que asumió la autora de levantar testimonio de los crímenes y los verdugos estalinistas. Yo iría más allá, y hablaría de esta obra como un desgarrador diario del ser soviético. La tragedia del pueblo ruso, el gélido y remoto camino hacia sus estepas, el destino a Siberia que encajaron tantos desgraciados, como si se tratase de una rutina corriente… Dostoievski, sin ir más lejos, hubo de sobrevivir a la memoria de aquella Casa de los Muertos.

La poesía de Ajmátova parte del mismo escalofrío, es fruto de la crueldad. Su vida significó una constante exposición a los lobos perseguidores y hambrientos del drama. Wiesenthal se la figura “encerrada en las habitaciones de servicio del palacio Sheremétev, confinada como una criada fantasma en esos salones que habían sido despojados de estatuas y de cuadros, de tapices y alfombras”. Yo prefiero recordarla estremecida pero firme en la cola de espera, ante la prisión de Leningrado conocida como Las Cruces, que recluía a su hijo Lev, hermanada con otras tantas mujeres, “más muertas que vivas”, unidas por el dolor y la incomprensión de los hechos que conducen al hombre al aniquilamiento de toda esperanza y diciéndose a sí misma y a las otras, a las que jamás llegó a olvidar: “yo puedo dar fe de esto”.

Si la vida de todo ser tiene un sentido, la vida de quienes amasan su dolor para dar alimento al mundo, al futuro, es una herencia de ponderación inenarrable.

En el montaje que dedicamos a la memoria de Ajmátova, partimos de una adaptación propia de su Réquiem, una selección de versos que consideramos la médula ósea de una obra imprescindible para el entendimiento del S.XX, de las ruinas suyas que no dejan de emerger ante los ojos de quienes sabemos de él tan poco…

In memoriam suam. Luisa Pastor.


[Retrato de la autora: Yuri Ánnenkov, 1921.]

2 comentarios:

  1. Qué buen vídeo, Luisa. Ha sido un placer pasar y poder escucharlo. Se te eriza la piel al escuchar esos versos escogidos de Anna Ajmatova en tu voz.

    Un abrazo
    Enhorabuena
    Ana

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  2. Gracias, Ana. En todas las cosas, por tremendas que sean, hay belleza. Es una suerte poder compartir esa visión.

    Un abrazo.

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